lunes, 15 de enero de 2007

6. Booom Frustrado en Slow Motion

Acto I.
Cámara lenta invadiendo la escena y convirtiéndola en una pintura de Salvador Dalí, pero en lenguaje ámbar-submarino: una botella de licor de cacao gotea sobre la cabeza de un terrorista desmayado y su contenido se mezcla con la sangre que ha comenzado a brotar a chorros de un profundo corte sobre su ceja izquierda.
El avión se precipita hacia la madre tierra.
En medio de la confusión y los alaridos de la extraña gentecita que vive ahí adentro, un tipo con una sola oreja y una cicatriz abismal intenta decidir si conservar su cordura o no. Se arrastra describiendo círculos alrededor de un taburete.
Burbujas amarillas y violetas copulan en ese espacio borroso que existe en los márgenes de su visión. Engendran esferas ovaladas y bamboleantes, curiosamente parecidas a rostros humanos enloquecidos.
Peligro de colapso de miocardio. Un cartel indica que estaría bien ajustarse los cinturones. Los cinturones, que ya están asustados, se ajustan asustados.
Innumeras cosas móviles se mantienen paralizadas en horror y expectativa.
El avión. El avión. El avión. El avión.
Un nuevo personaje aparece en el plató y se arrastra hacia el tipo de la cicatriz. Lo ayuda a levantarse y le guiña el ojo convulsivamente. Le habla de caimanes en Comodoro Rivadavia. El tipo de la cicatriz llora y sonríe al mismo tiempo. Golpea al hombre cocodrilo con una botella de Champagne de doscientos cincuenta dólares. El hombre cocodrilo se desploma encima del terrorista y el resultado es vagamente obsceno. Es el karma-supra. El hombre cocodrilo guiña su ojo hasta el opacamiento de sus sentidos. Balbucea que algún día los reptiles triunfarán.
En un principio Dios creó la tierra, después creó Los Ángeles, y dijo, "Te ubicarás en California. Pero ningún avión aterrizará ahí a menos que se desplome o que la granada explote por negligencia"
El tipo de la cicatriz se tambalea y recoge una granada del suelo. La observa con ojos soñadores. Es una granada color marrón oscuro de forma anatómica que calza a la perfección en una mano y tiene el peso aproximado de una manzana madura. Es una bonita granada. Es una granada de amor. Una granada Ghandi que debe florecer para iluminar éste oscuro mundo.
Se oye una voz sibilante que habla de monitozz zzuizzidazz. La voz proviene de una cabeza embutida en la axila de una mujer rubia que duerme con la boca abierta de par en par y que además ronca desagradablemente. La cabeza parlante se dirige al tipo de la cicatriz para insultarlo. Le suelta palabras de grueso calibre que se refieren a su madre y a su padre.
El tipo de la cicatriz no reacciona. Observa la granada con seriedad, como si fuera Hamlet sosteniendo la calavera. La extraña gentecita que vive ahí dentro se pone a cantar himnos fúnebres, algunos casi ni parpadean y ninguno de ellos les quita la vista de encima.
La cabeza toma el control de la situación. Obliga al cuerpo de la mujer que duerme a levantarse del asiento y usa sus miembros para moverse cómo si fuera un maestro titiritero en la función del manicomio. La cabeza-mujer que ronca camina cómo Boris Karloff personificado en su rol favorito. Se acerca a Hamlet, le arrebata la calavera y la examina. Ser o no ser. Seronoser.
--- Ezzta granada ezz falzza --- Dice, con infinito desprecio hacia la raza humana. Después se la devuelve a Hamlet. Éste le da las gracias y vuelve a concentrarse en las cavilaciones de Shakespeare.
--- No, no. Vozz vazz a venir conmigo, pedazzo de boludo. Todo ézzto ezz por culpa tuya ---
Lo toma de la camisa y lo arrastra en dirección a la cabina del avión. Hamlet observa cómo su camisa se desgarra ante los salvajes tirones de la criatura, pero se deja llevar con un aire ausente dibujado en sus facciones. En cierta medida resulta enternecedor. Su cerebro piensa en la cuestión. ¿Es esa la cuestión?

Acto II
Cabina de pilotos vista a través de las ventanillas frontales, desde el lado de afuera.
Cabeza parlante-mujer que ronca: ¿Quién carajo ezztá a cargo en ezzte lugar?
Fundamentalista Islámico: ¿Qué...quién me habla? ¿Quién es usted?
Hamlet: Es la voz de la sabiduría, presto me diréis lo que haces, señor mío, es menester que este entuerto se resuelva. ¿Lo entendeís?
Fundamentalista Islámico: Maestro Nasra! No entiendo lo que me dice, pero me alegro de verlo. Creo que estamos en problemas, no logro controlar éste aparato del diablo. Se le ocurre alguna idea?
Hamlet: Decidme lo que intentáis hacer. ¿Queréis llorar, combatir, negarte el sustento, hacerte pedazos, beber todo un río, devorar un caimán? Yo lo haré también... ¿Vienes aquí a lamentar nuestra muerte, a insultarnos, precipitándonos en un sepulcro, a ser enterrados vivos? Pues bien, eso quiero yo. Y si habláis de montes, que descarguen sobre nosotros yugadas de tierra innumerables hasta que estos campos tuesten su tórrida zona y el alto Osa parezca en su comparación un terrón pequeño. Si me habláis de soberbia, yo usaré un lenguaje tan altanero como el vuestro.
Fundamentalista Islámico: ¿QUÉ?
Cabeza parlante- mujer que ronca: Va a zzer mejor que te quitezz de en medio, monito narigón, zzi ezz que le dazz algún valor a tu vida.
Hamlet: Ya estáis entre el polvo, del cual soís pariente cercano.
Fundamentalista Islámico: No entiendo nada, maestro. ¿Que es esa cosa que habla desde la axila de la chica? Por qué Alá no me despierta de ésta terrible pesadilla?
Cabeza parlante- mujer que ronca: ¿A QUE MIERDA TE REFERÍZZ CON "COZZA"? ¡TE EZZTOY ORDENANDO QUE QUITEZZ TU MALOLIENTE CULO DE EZZE AZZIENTO Y QUIERO QUE LO HAGAZZ AHORA!!
Torre de control: Atención, atención, vuelo 87. Hemos notado que se ha desviado de la ruta aérea y que está perdiendo altitud. ¿Cual es el problema?
Fundamentalista Islámico: ¡¡SOCORRO!!
Hamlet: ¿Para qué, hombre, caváis esa sepultura?
Cabeza parlante-mujer que ronca: TE DIGO QUE TE CORRAZZ, ZZO CABRÓN!!
Hamlet: Vuestra torpeza lo ha enfurecido, y ahora mi señor, veréis el infierno cara a cara.
La cabeza parlante- mujer que ronca se acerca dando tumbos hasta el fundamentalista islámico. Valiéndose del brazo derecho de la mujer, descarga un feroz revés en la nuca de éste arrojándolo del asiento y dejándolo tendido en el piso. A continuación se acomoda al mando de los controles y resopla dos o tres veces con marcada irritación.
Hamlet (moviendo el índice en círculos alrededor de la sien): ¿Y cómo ha sido eso de volverse loco?
Cabeza parlante-mujer que ronca: ¿Qué te pazza a vozz? ¿Te golpeazzte la cabeza? Zzi
no vazz a zzer de utilidad porqué no te quedázz callado?
Hamlet: ¿A donde me lleváis? Habla ahora mismo, impío. Yo no paso de aquí.
Cabeza parlante-mujer que ronca (para sí misma): Ezzte tipo ezz un pelotudo.
Torre de control: Vuelo 87.Vuelo 87. ¿Que sucede ahí? ¿Está todo en orden? ¿Que fueron esos gritos?
Cabeza parlante- mujer que ronca: Torre de control, me ezzcucha? No hay problema, ezztamozz recibiendo zierta interferenzia. Tal vezz zze filtró alguna radio, pero no zze preocupen, ezztá todo bien.
Torre de control: ¿Ricardo? ¿Es usted? ¿Que le ha pasado a su voz? Suena algo diferente.
Cabeza parlante-mujer que ronca: Claro que zzuena diferente, monito. Ezz por la anezztezzia. Ezzta mañana tuve que ir al dentizzta. Zze me ezztaba por venzer la obra zzozial y aproveché. ¿Cual ezz el problema?
Torre de control: No entendemos porqué está perdiendo altura a esa velocidad. Corrija el rumbo inmediatamente, o se estrellará.
Cabeza parlante-mujer que ronca: Entendido...Ehh... una preguntita. ¿Era la palanca verde no ezz azzí?
Torre de control: No, la palanca roja.
Cabeza parlante-mujer que ronca: Ah, zierto. La palanca roja.
Hamlet (entrecerrando teatralmente los ojos): Quisiera que no me tuviérais por ignorante, bien que vuestra opinión no pueda añadirme un gran concepto...pero, ¿que pasará ahora?
Cabeza parlante-mujer que ronca (con preocupación): Ezzo ezz algo que me guzztaría zzaber, monito.
La cabeza parlante- mujer que ronca acciona la palanca roja y a pesar de todos los pronósticos, después de unos segundos consigue estabilizar el vuelo (por supuesto no sin antes prometerle cielo y tierra a su padre espiritual, El hacedor de pirámides Blanquibabélico). Los acontecimientos se desarrollan sin mayores sobresaltos hasta el final de la obra, en donde después de un aterrizaje bastante desprolijo, pasajeros, tripulantes y terroristas son atendidos debidamente por los paramédicos y la policía del aeropuerto de Los Ángeles.
Telón final.

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